A continuación comparto un extracto que me parece muy interesante del libro "EL HOMBRE MEDIOCRE" de José Ingenieros, que da para la reflexión:
CAPÍTULO I. PARTE VI. PELIGROS SOCIALES DE LA MEDIOCRIDAD
Ningún hombre es excepcional en
todas sus aptitudes; pero no podría afirmarse que son mediocres, a carta cabal,
los que no descuellan en ninguna. Desfilan ante nosotros como simples
ejemplares de historia natural, con tanto derecho como los genios y los imbéciles.
Existen: hay que estudiarlos. El moralista dirá, después, si la mediocridad es
buena o mala; al psicólogo, por ahora, le es indiferente; observa los
caracteres en el medio social en que viven, los describe, los compara y los
clasifica de igual manera que otras naturalistas observan fósiles en un lecho
de río o mariposas en la corola de una flor. No obstante las infinitas
diferencias individuales, existen grupos de hombres que pueden englobarse
dentro de tipos comunes; tales clasificaciones, simplemente aproximativas,
constituyen la ciencia de los caracteres humanos, la Etología, que reconoce en
Teofrasto su legítimo progenitor. Los antiguos fundábanla sobre los
temperamentos; los modernos buscan sus bases en la preponderancia de ciertas
funciones psicológicas. Esas clasificaciones, admisibles desde algún punto de
vista especial, son insuficientes para el nuestro. Si observamos cualquier
sociedad humana, el valor de sus componentes resulta siempre relativo al
conjunto: el hombre es un valor social. Cada individuo es el producto de dos
factores: la herencia y la educación. La primera tiende a proveerle de los
órganos y las funciones mentales que le transmiten las generaciones
precedentes; la segunda es el resultado de las múltiples influencias del medio
social en que el individuo está obligado a vivir. Esta acción educativa es, por
consiguiente, una adaptación de las tendencias hereditarias a la mentalidad
colectiva: una continua aclimatación del individuo en la sociedad. El niño
desarróllase como un animal de la especie humana, hasta que empieza a
distinguir las cosas inertes de los seres vivos y a reconocer entre éstos a sus
semejantes. Los comienzos de su educación son, entonces, dirigidos por las
personas que le rodean, tornándose cada vez más decisiva la influencia del
medio; desde que ésta predomina, evoluciona como un miembro de su sociedad y
sus hábitos se organizan mediante la imitación. Más tarde, las variaciones
adquiridas en el curso de su experiencia individual pueden hacer que el hombre
se caracterice como una persona diferenciada dentro de la sociedad en que vive.
La imitación desempeña un papel amplísimo, casi exclusivo, en la formación de
la personalidad social; la invención produce, en cambio, las variaciones
individuales. Aquélla es conservadora y actúa creando hábitos; ésta es
evolutiva y se desarrolla mediante la imaginación. La diversa adaptación de
cada individuo a su medio depende del equilibrio entre lo que imita y lo que
inventa. Todos no pueden inventar o imitar de la misma manera, pues esas
aptitudes se ejercitan sobre la base de cierta capacidad congénita,
inicialmente desigual, recibida mediante la herencia psicológica. El predominio
de la variación determina la originalidad. Variar es ser alguien, diferenciarse
es tener un carácter propio, un penacho, grande o pequeño: emblema, al fin, de
que no se vive como simple reflejo de los demás. La función capital del hombre
mediocre es la paciencia imitativa; la del hombre superior es la imaginación
creadora. El mediocre aspira a. confundirse en los que le rodean; el original
tiende a diferenciarse de ellos. Mientras el uno se concreta a pensar con la
cabeza de la sociedad, el otro aspira a pensar con la propia. En ello estriba
la desconfianza que suele rodear a los caracteres originales: nada parece tan
peligroso como un hombre que aspira a pensar con su cabeza. Podemos
recapitular. Considerando a cada individuo con relación a su medio, tres
elementos concurren a formar su personalidad: la herencia biológica, la
imitación social y la variación individual. Todos, al nacer, reciben como
herencia de la especie los elementos para adquirir una personalidad específica.
El hombre inferior es un animal humano; en su mentalidad enseñoréanse las
tendencias instintivas condensadas por la herencia y que constituyen el
"alma de la especie". Su ineptitud para la imitación le impide
adaptarse al medio social en que vive; su personalidad no se desarrolla hasta
el nivel corriente, viviendo por debajo de la moral o de la cultura dominantes,
y en muchos casos fuera de la legalidad. Esa insuficiente adaptación determina
su incapacidad para pensar como los demás y compartir las rutinas comunes. Los
más, mediante la educación imitativa, copian de las personas que los rodean una
personalidad social perfectamente adaptada. El hombre mediocre es una sombra
proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y está perfectamente
adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos
reconocidamente útiles para la domesticidad. Así como el inferior hereda el
"alma de la especie", el mediocre adquiere el "alma de la
sociedad". Su característica es imitar a cuantos le rodean: pensar con
cabeza ajena y ser incapaz de formarse ideales propios. Una minoría, además de
imitar la mentalidad social, adquiere variaciones propias, una personalidad
individual, netamente diferenciada. El hombre superior es un accidente
provechoso para la evolución humana. Es original e imaginativo, desadaptándose
del medio social en la medida de su propia variación. Ésta se sobrepone a
atributos hereditarios del "alma de la especie" y a las adquisiciones
imitativas del "alma de la sociedad", constituyendo las aristas
singulares del "alma individual", que le distinguen dentro de la
sociedad. Es precursor de nuevas formas de perfección, piensa mejor que el
medio en que vive y puede sobreponer ideales suyos a las rutinas de los demás.
Ingenieros, José; "El Hombre mediocre", Ed. Tomo, México, 2004. pp. 56-59.